domingo, 1 de febrero de 2009

acerca de: La Hoja

La Hoja es una de las primeras historias que he escrito.
creo que es obvio cual era mi estado de animo en el momento de escribir esta corta historia...

La Hoja

Contemplo esta hoja en blanco como esperando que se llenase a si misma.
Han pasado horas desde el momento en que tome la decisión, han pasado horas desde que la coloque sobre la mesa imitación de caoba de mi estudio, en el apartamento que tengo en el centro de la ciudad.
El apartamento es grande y vacío, lo único con lo que lo he “decorado” desde que lo compré es con un mueble, un plato o dos, unos cuantos cuadros que muestran personas sufriendo que yo hice (por supuesto), miles de papeles en el piso, un escritorio y la hoja de papel en blanco que me atormentaba en el momento.

Trataba de plasmar en aquella hoja infernal la serie de eventos que me habían llevado hasta aquí, esa serie de eventos que algunos llaman vida. Vida… es tan risible como una sola palabra trata de cubrir todo lo que encierra la experiencia humana, pero, después de todo, le hemos asignado palabras a todo tratando de darle un sentido a este mundo, no? Palabras como amor, destino, memoria. Memoria… la mas grande maldición infringida sobre el hombre.

Puedo recordarlo todo, recuerdo el café oscuro y sombrío en el centro de la ciudad en el que me tomaba un café al estilo irlandés (20% café, 80% alcohol), cuando Ella llegó.
Ella usaba un vestido rosa que le llegaba dos dedos por encima de la rodilla, como la mayoría de jóvenes lo usan en estos días. El café entero se paralizó cuando ella entro. Las rutinarias discusiones acerca de la gran guerra se detuvieron abruptamente con su presencia, ella no era del tipo de persona que normalmente visitaba este bar, personas cuya única preocupación al vestirse era combinar blanco con negro, ella era demasiado joven y alegre para el lugar.
No se como, pero de alguna manera se vio atraída por mi aura intelectual y depresiva, y a la vez, yo me vi atraído por su jovialidad.

El tiempo que pase con ella fue casi onírico. Ella era mi musa, sus ojos podían susurrar a mi oído historias de amor y de esperanza que en otro momento me hubieran parecido absurdas, gracias a mi crianza judío-pesimista, pero en el momento me eran más dulces que el chocolate holandés, escaso en esa época, así como aquellas historias. Aun ahora miro atrás a esos días y no me parecen reales, no puedo asimilar ahora eso que sentía entonces, ese sentimiento que algunos le llaman felicidad.

Mientras me envuelvo en todos estos pensamientos, pensamientos que me atribulan y me confunden, pensamientos que no puedo plasmar en esta hoja en blanco que se burla de mí, me doy cuenta de algo: hay una palabra sobre la hoja.

Me invade el terror. Mi mano había escrito, como si hubiera sido poseída por el mismo sheitan, una sola palabra.
El terror fue seguido por un alivio cínico. Si quería un gran titulo o un resumen que encerrara en su totalidad y complejidad mi vida, la palabra era más que apropiada.

Me encamine hacia mi cuarto, lo había logrado.

Dejaba tras mió un mueble, un plato o dos, unos cuadros, miles de papeles en el suelo, un escritorio y una hoja de papel en la que escribí “Adiós”…